Época: XX11
Inicio: Año 1925
Fin: Año 1940

Antecedente:
El Surrealismo

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

Puro automatismo psíquico por el cual se intenta expresar, verbalmente, por escrito o de cualquier otra manera, el funcionamiento real del pensamiento, en ausencia de cualquier control ejercido por la razón, al margen de toda preocupación estética o moral". Así lo definía Breton en el Primer Manifiesto, de 1924. Es, pues, la teoría de lo irracional, de lo inconsciente en el arte y en la vida, liberado de condicionamientos sociales. Y no se trata de un movimiento artístico con un estilo determinado -difícilmente puede coincidir el inconsciente de dos personas-, sino de una actitud entre la vida, la sociedad, el arte y el hombre. Una actitud crítica pero también constructiva. A diferencia del nihilismo dada, los surrealistas confían en la posibilidad de cambiar todo eso -la vida, la sociedad, el arte y el hombre- por medio de la revolución. Al no ser un movimiento con unidad de estilo, todos valen; y un repaso por los nombres de los que participaron en la primera exposición, los que Breton cita en el Primer Manifiesto o los que se fueron incorporando a través de los años, lo deja claro.Es imposible pensar en la posibilidad del surrealismo sin las investigaciones de Freud sobre el sueño y el subconsciente. Su descubrimiento de la importancia del sueño, frente al desprecio tradicional por todo lo que no fuera la vigilia -dominada por la omnipotente razón-, fascinaron a Breton, aunque Freud nunca acabó de entusiasmarse con los surrealistas, como le escribió al líder en una carta: "Aunque reciba tantos testimonios del interés que usted y sus amigos prestan a mis investigaciones, yo mismo no soy capaz de comprender qué es ni lo que quiere el surrealismo. Puede ser que yo no esté hecho para comprenderlo, yo que estoy tan alejado del arte"."El surrealismo -escribía Breton en el Primer Manifiesto- se basa en la creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociación descuidadas hasta ahora, en la omnipotencia del sueño y en el libre ejercicio del pensamiento". Freud había descubierto que el inconsciente funciona por medio de imágenes, con lo que abría un campo inmenso al arte, que funciona también con imágenes y que aparece, por tanto, como el medio más indicado para visualizar los contenidos del inconsciente. A partir de ese momento ya no sólo la literatura estaba en la base del surrealismo, y algunas imágenes causaron un impacto fuerte en los surrealistas, tanto escritores como pintores. El cerebro del niño, de Chirico, expuesto en la galería de Paul Guillaume en torno al año veinte, subyugó a Breton y a Tanguy por separado, antes de conocerse y antes de ser surrealistas.La razón, piensan los surrealistas, puede dar lugar a la ciencia, pero sólo el inconsciente puede dar lugar al arte. Porque la conciencia es el territorio de lo diferenciado, de lo objetivo, mientras el inconsciente es el territorio de lo indiferenciado, de la fusión del ser humano con la realidad. Se trata entonces de dejar al inconsciente que saque a la superficie lo más profundo -lo censurado- y que llegue hasta sus últimas consecuencias, hasta que el artista se convierta en un mero espectador que presencia cómo se va formando su obra, como explicaron Max Ernst y Miró, y como había dicho Paul Klee. Se logra con esto una eliminación total de las barreras de la costumbre, el buen gusto, la moral y la destreza en el oficio y se busca un equivalente plástico de la escritura automática.Fueron precisamente estos dos, Miró y Ernst, junto con Masson, los que mejor lograron llevar el automatismo psíquico a la pintura, creando un lenguaje muy personal. Para ellos el acto de pintar es surrealista, independientemente de los resultados. No se planifica previamente qué obra se va a hacer o cómo se va a hacer; no hay ideas preconcebidas ni control sobre lo que se va realizando. De ahí que la mayor parte de las veces los resultados linden con la abstracción.Pero el surrealismo era muy abierto en sus opciones plásticas y lo mismo que admitía estas imágenes casi abstractas, o escasamente figurativas, abría otra posibilidad, apoyada en la pintura tradicional, incluso académica, basada en la perspectiva renacentista y en todas las convenciones de la representación clásica. Se trataba de pintar los sueños, poniendo al servicio de esta pintura todo el bagaje de la pintura académica. Dalí lleva a sus últimas consecuencias este sistema de representación con sus fotografías de sueños pintadas a mano y Magritte se mueve por un camino muy semejante.En los sueños, las personas, las cosas y los lugares se confunden, tienen más de un sentido, remiten a más de un lugar, objeto o persona, y aparecen unidas por relaciones aparentemente absurdas, incomprensibles desde la conciencia. Esa extraña confusión y esas relaciones misteriosas son las que los surrealistas llevan al lienzo, al papel o a los objetos, ilustrando estados del inconsciente. Pero controlando, ahora sí, plenamente con la razón el proceso de realización de la obra, porque el fin -mostrar una visión interior irracional, un sueño- justifica los medios -el férreo control racional y técnico del proceso-. Si para Miró y Ernst el acto de pintar era un acto surrealista, por irracional, incontrolado, azaroso, etc., Magritte y Dalí lo que hacen es surrealizar la imagen."Quizá haya llegado el momento en que la imaginación esté próxima a volver a ejercer los derechos que le corresponden. Si las profundidades de nuestro espíritu ocultan extrañas fuerzas capaces de aumentar aquellas que se advierten en la superficie, o de luchar victoriosamente contra ellas, es del mayor interés captar esas fuerzas; captarlas ante todo para, a continuación, someterlas al dominio de nuestra razón si es que resulta procedente", escribía Breton en el Primer Manifiesto.